lunedì 20 novembre 2017

SP 24 NOV 2017

3.  La Reina que intercede ante el Rey – Ester (Ester 4,9-5,5)
Los rostros de María en la Escritura

El libro de Ester fue escrito en la época impetuosa y violenta en la cual los Macabeos, hebreos buenos y observantes, arriesgaban la vida teniendo que luchar contra los dominadores helenistas que querían imponer al pueblo de Israel los cultos paganos.
El autor quiere recordar a sus lectores que la providencia de Dios no abandona a su pueblo. Él salva, sin embargo, no a través de un guerrero o un hombre político, sino, gracias a la joven Ester: una pobre huérfana que, hecha esposa del rey de Persia, se convierte en reina. Cuando Amán, un ministro del reino, proyecta exterminar a todos los hebreos del pueblo, Ester arriesga su vida para obtener la salvación de su pueblo. Después de haberse humillado en la penitencia y en la oración, junto con sus siervas y todos los judíos que se encontraban en la ciudad, con la ayuda de Dios logra obtener del rey la gracia deseada. En su larga oración, sin embargo, la reina no esconde su fragilidad: se muestra al mismo tiempo desesperada y confiada, asediada por el ansia y llena de esperanza, asaltada por el temor y sostenida por la certeza de la presencia divina. El final feliz de la parábola de Ester es profecía de esperanza, modelo de fe en Dios y de amor a los hermanos y a las hermanas.
En la historia de Ester, pobre, huérfana y extranjera, enaltecida al rango de reina, la tradición de la Iglesia ha visto la prefiguración de María, humilde joven de Nazaret, que se convierte en esposa y colaboradora de Dios en favor de la humanidad. Como Ester, también María es enaltecida con el rango de reina, por el hecho de haber dado a la luz al Mesías, rey de Israel. En la antigüedad, en efecto, a la madre del soberano se le reservaba un gran honor: ella era la más cercana al rey, el cual le consultaba y se apoyaba en ella, sobre todo en las grandes decisiones. Desde el momento de su asunción al cielo, María se sienta a la diestra del Rey, coronada Reina de los Ángeles y de los Santos. En la gran pintura de la Basílica de María Auxiliadora, Don Bosco quiso que Ella fuera representada propiamente así: como la reina madre, que sostiene entre sus brazos al Rey del universo e intercede día y noche por nosotros, junto con los Ángeles y Santos.
El libro de Ester se nos ha transmitido en dos versiones ligeramente diversas, una en griego y una en hebreo, las cuales se complementan recíprocamente. Sugerimos tomar un poco de tiempo para leer integralmente el libro y después detenerse para la meditación sobre un pasaje que va desde el 4,9 al 5,5 según la versión hebrea.
Para orar con la Palabra (Est 4,9-5,5)
1.     Me pongo en la presencia de Dios. Imagino de encontrarme dentro de la escena, frente a Ester que sabe aquello que está por suceder a su pueblo y le pido al Padre la gracia de sentir en mi corazón la valentía y el deseo de interceder por mis hermanos y hermanas, cueste lo que cueste, como ha hecho ella.
2.     Invoco al Espíritu Santo repitiendo lentamente esta oración:
“Ven Santo Espíritu, abre mi corazón al grito de los hermanos y de las hermanas que sufren a causa de la pobreza, de la violencia, de la injusticia. Infunde en mí, valentía e inventiva, ayúdame a reconocer en los acontecimientos de mi vida los signos que el Padre ha sembrado para indicarme el camino que debo recorrer para ser, como María, verdadera colaboradora de Jesús, nuestro Redentor. Amén.”
3.     Leo lentamente el pasaje de Ester 4,9-5,5  y me detengo en tres puntos:
ü  Una vocación “para los demás” (vv. 4,9-14): no es el caso de que Ester se volviera reina, sino el privilegio que se le había dado en favor de su pueblo. Releo mi historia vocacional: ¿Cuáles privilegios he recibido de Dios en favor de los hermanos y hermanas?
ü  Una vocación “que requiere sacrificio” (vv. 4,15-17): Ester escucha el grito de su pueblo y se prepara a pagar de persona. ¿Estoy lista para pagar de persona por la salvación de los hermanos y hermanas?
ü  Una vocación “profecía de esperanza” (vv. 5,1-5): la fe de Ester le arranca a Dios la gracia y hace de su persona una profecía de esperanza. ¿Sé reconocer y cultivar en mi vida, las semillas de la esperanza?
4.     Concluyo la oración con un coloquio de corazón a corazón con María: le expreso mis sentimientos, alegrías, dudas, fatigas con relación a mi y a su vocación de interceder, ante Dios, por la salvación de los hermanos y de las hermanas.
5.     Bajo tu amparo nos acogemos…

Después de haber concluido la oración, me detengo a reflexionar un poco: ¿Qué me ha sugerido el Espíritu en la oración? ¿Me ha dado ánimo, confirmándome en aquello que estoy viviendo? ¿Me ha invitado a dar un paso de conversión? ¿Cómo pienso corresponder al don recibido en la oración?

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